Somos nuestras alegrías, ese beso que robamos, el juguete viejo y feo pero que nos encantaba, ese baile vacilao con la pelaita que nunca creímos que nos prestaría atención, los premios que alguna vez ganamos, las idas y vueltas de mochilero por acá y por allá, unas cervezas con amigos en el borde del mar, recorrer La Samaria en un jeep amarillo lleno a reventar, tantas vainas que hay en la cabeza dando vueltas una y otra vez de tiempos y escenarios tan distantes como cercanos…
También somos nuestras taras, el llave que mataron, la niñita que nos dijo ‘no te vistas que no vas’, el papá que no quiso estar, las fiestas a las que no pudimos ir, la vez que me fui de Sant Ferriol, alguna noche que Martina enfermó, los temores de querer y no poder, taras que no nos destruyen sino que nos permiten crear nuestras otras formas de entendernos y sentirnos…
Alegrías y taras, taras y alegrías, cada una construye quien somos, cada una es parte de esa montaña rusa que subimos y bajamos una y otra vez…
Somos grises, una fantástica mezcla de lo que nos gustaría repetir y de aquello que quisiéramos dejar en el pasado, somos memoria y somos recuerdos…
Como leí por ahí hace un rato, “…La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados…”.
Arte foto: @me_lata