Escribo como los locos, sin ton ni son, con frases entrelazadas por la sonoridad o por el contexto pero nunca por el pensamiento, con espacios y temas tan variados como poco cercanos.
Nunca me siento a escribir con un preconcepto, ni con una hoja, ni con ideas sueltas dando vueltas en la cabezas como perlas en la boca de un cerdo, escribo sobre la marcha y borro sobre el recorrido, no pienso, ni divago, sólo expreso.
Escribir es para mi una catarsis, es la manera como me expreso y como me reconozco, como me reencuentro y como me muestro. Los que me leen no me entienden la mitad de las veces, yo no me entiendo la mitad de la mitad, esa es la idea, párrafos inconexos en los que se diga algo y no se diga nada pero que haya expresión, mínimas lecturas interpretativas que lleven a un todo y a un nada.
Necesito escribir, necesito expresarme, necesito decirme que soy y que siento pero sobre todo qué vivo.
Por eso cuando escribo lo hago con pasión, con palabras simples y pensamiento complicados, por eso cuando escribo, sea en prosa, sea en verso, va todo con el corazón, con la realidad en la mano. Un estado de locura creativa que me impulsa a seguir el camino, tu camino, nuestro camino.
Mis escritos no exigen una respuesta, sólo una mirada, no exigen un comentario sólo una sensación… como lei por ahí, mi respuesta es no tener que hacerme preguntas.
Escribo, pienso, sigo… ¿para qué quiero más?