Hoy traigo algunas ideas que son para ustedes pero también para mi…
Abran los ojos, mucho más de lo que creen que necesitan abrirlos. Ábranlos una y otra vez con curiosidad y sin temor.
Escuchen todo lo que ocurre a su alrededor. El ruido del vendedor y los llantos de sus personajes, las ideas que les trae la música y los cantos de sirena. Escuchen con calma y mucha sensibilidad. No todo es imagen. El sonido dice mucho de nuestra historias.
No sé si se han dado cuenta pero “lo cotidiano” es una trampa. Hace parecer obvio todo lo que vemos y oímos, hace parecer que la realidad no tuviera historias por contarnos y si que tiene mucho -¡mucho!- por explorar.
Rasguen la superficie, no se queden con la primera historia que parece contarles su personaje. Siempre la historia potente es la que parece esconderse detrás de capas de obviedad.
Cuenten desde el corazón. Es la única forma de darle alma a sus relatos. Los espectadores se darán cuenta cuando su historia la sienten y, sobre todo, cuando es un encargo, un tarea o una obligación.
Encuentren su voz, sus estéticas, sus maneras de acercarse “al otro”, sus formas de contarle a los demás pero sobre todo de contarse a sí mismos. Las historias al final no son sino piezas de lo que somos y por eso es vital que nos las creamos, primero, nosotros.
Háganle caso a L. Guerriero “Vayan a las iglesias en las que se casan otros, sumérjanse en avemarías que no les interesan: expóngase a chorros de emoción ajena. (…) Sean curiosos: miren donde nadie mira, hurguen donde nadie ve.”
Y para cerrar, ojo, mucho ojo, el talento es importante, pero no es NADA sino va acompañado de disciplina, trabajo duro y mucha pasión…