Tarde de plaza
Potenciando mis instintos de voyeur
Antes, en épocas de guionista wannabe, cuando iba en los autobuses me gustaba recrear historias con las personas que se movilizaban en ellos. ¿Quienes podían ser?, ¿Para donde iban?, ¿de donde venian?, ¿que hacian? estas eran algunas de las preguntas que me hacía con la gente que momentaneamente compartia un espacio común conmigo; las historias que de ese ejercicio surgian sino interesantes al menos eran un vivo ejemplo de mi a veces extraña y a veces rebuscada imaginación, pero que hoy día, años luz después, veo un poco más como instintos de voyeur reprimidos.
Volvemos al presente. Domingo. Día soleado. Ningún ánimo de quedarme en casa sin hacer nada. Inventamos plan de Tapeo en el céntrico Barrio del Borne. Después de deleitarnos con
patatas bravas, jamón del país, calamares y demás clásicos del tapeo, improvisamos plan para pasar el rato con mi compañera de paseo. -¿A tomar el sol en una plaza?-. Perfecto. Eso si, ninguno imaginó que el sencillo plan sería tan suigeneris.
Primera banca: Ella, ropas largas, zapatos desgastados, cintillo en la frente, maleta raida; el, uniforme de restaurant de fast food, pelo en trenzas, porción de pizza a medio comer. Los dos
conversan animadamente, ven pasar demasiado rápido el corto fragmento de su (de el) descanso laboral. Hay entendimiento, hablan mirándose con cariño, el feeling se siente. El poco tiempo de descanso que su explotador trabajo le permite se acaba, se tiene que ir, ella se queda esperando a que vuelva. Al rato vuelve ya sin la mascara de trabajador y con la misma estética desaliñada de su compañera. Una agradable tarde les espera.
Segunda banca: Varón, 40-45 años, pantalones simples, camisa simple, vida simple; mirando a lo lejos, sin motivación aparente; nos sentamos en la banca a frente de la suya, nos mira insistentemente, denota en su rostro un marcado tic nervioso que por llamativo repele y atrae
nuestra atención. También atrae nuestra atención su banca, mejor ubicada que la nuestra y con más sombra. Fuerza mental “que se vaya, que se vaya, que se vaya”… se levanta de la banca. Velóz y silencioso me acerco a su banca. Lo siento. Nuevos dueños. Vuelve de donde había
ido a echar un papel. Nos mira con muy mala cara. Lo sentimos pensabamos que se iba.
Tercera banca: El joven camina a través de la plaza para llegar a la banca, de su brazo se agarra, mejor, se cuelga un brazo femenino, mucho mayor en edad y en dependencia. La conversación entre ellos es monosilábica los si y no van de un lado al otro. Ella lo mira con ojos ensoñadores, lo siente suyo, desea que sea suyo para siempre, el saca de su bolsillo una consola de videojuegos y se abstrae en ella. No conversa, no le interesa conversar. Sólo quiere jugar, con la consola y con ella.
Cuarta banca: La señora se acerca a nosotros y nos pide cambio de monedas. Su mirada es perdida, un poco caótica y sicótica, mientras buscamos las monedas nos comenta como se
va de rápido el dinero. Y su vida, pienso yo. Se aleja con sus monedas y con sus pesares. Le han quitado su banca. En esta plaza el que se espabila pierde. Molestia y desconcierto en su rostro. ¿Que hago? parece preguntarse. Llega su amigo y consiguen banca. Otra coversación monosilábica que empieza.
Quinta banca: La fe llega a la plaza. La familia al completo denota su fe. La gritan al cielo la camisa manga corta a cuadros y corbata del jefe de familia, la biblia en sus manos, los 5
niños revoloteando alrededor, ese aura de familia que reza unida permanece unida. Se palpa un aire de pobreza, pero es una pobreza digna, los niños degustan una simple paleta que en la
soleada tarde se agradece, Aunque callados rien, la pasan bien. Es el paseo de la semana. Todos unidos, todos cercanos.
Siguen pasando frente a nuestra banca -cual más disimil- más personajes: el trio de turistas un poco desubicados, la pareja que comen pipas y demás frutos secos como poseidos, la parejita en pleno romance casi muriendo de pasión y hasta un Chapulín Colorado con cara de pocos amigos .
La tarde se mueve por la alegría, la diferenciación y el reconocimiento de todo lo que hay más alla de nuestros ojos. La tarde cae, que mejor que cerrar la plaza con música y show en vivo:
hasta un grupo de sevillanas se pasó por ahí y como todo llegaron sin avisar y se fueron igual…. (dale al play/video)
Offside
Risas por monton y lo mejor de todo la grata compañía.