Sandachō Dicen que no hay dos sin tres, así que para cerrar este ciclo de post sobre el volver a la tierra después de probar la vida del otro lado del charco escucho lo que me cuentan Clarisse desde Brasil y David desde Barranquilla, Col.
Clarisse Coradini, periodista, Brasil
La fecha registrada en mi pasaporte me dice que he regresado de España hace ya casi tres años… pues yo no me fío. De verdad lo que siento es que aún no acabé de hacer esa mudanza, una parte muy importante de mi corazón se quedó allá y como que se recusa a volver. Voy forzando, y recién ahora me siento viviendo más en Florianópolis que en Madrid.
Cuando estaba en Madrid, sentía que la imágen que se hacía de Europa en Sudamérica no correspondía a la realidad, que lo cotidiano era mucho más duro que el sueño dorado que se relaciona al viejo mundo. Ahora, por el contrário, nustra violenta realidad sudamericana me hace creer cada vez más que la calidad de vida corresponde al otro lado del charco…
Y vamos, yo aquí tengo una vida buenísima. No me puedo quejar. De hecho, no me quejo, pero paso los días echando de menos las cosas de España, las noches de marcha, los viajecitos de fin de semana, las amistades de todo el mundo…
Volver es como reconstruir la vida sin tener un objetivo tan claro como era el hacer el master y sin una fecha de final que dejaba los malos ratos mucho más fácil de aguantar – por lo temporal que era todo- Nunca he hecho nada tan maravilloso cuanto lanzarme a vivir en España, tampoco he enfrentado una tarea tan difícil como regresar y rehacer mi vida en Brasil. De todo eso, claro, salgo con más madurez y la idea de que mis proximas vacaciones deben incluir Madrid o sí, o sí.
David Pino, Ingeniero, Barranquilla, Col.
Una de las primeras experiencias que me ubico en la realidad de lo que significaba volver a mi país, después de haber estado dos años por fuera, fue al hacer la escala en el Aeropuerto El Dorado de Bogotá, yo estaba en la puerta de un estrecho pasillo esperando una busetica que según el vigilante pasaba cada cinco minutos, cuando yo llevaba casi veinte esperando (una impuntualidad que absolutamente nada tenía que ver con Suecia o incluso con España, los dos lugares donde viví en Europa); hace unas horas yo había tomado un puntual y moderno tren en el Aeropuerto de Madrid Barajas para cambiar de Terminal; las diferencias tecnológicas, de infraestructura y organización eran más que evidentes y era solo el comienzo, un pequeño hecho que desde temprano me decía: “ya estas en Colombia”.
Sin embargo, todo ello, terminaría pasando, al menos provisoriamente, a un segundo plano por la enorme alegría de volver y de algún modo recuperar lo que siempre había sido mío: ver a mi familia y amigos, volver a mi casa, probar la comida de mi mamá, bailar una salsa en Barranquilla, oír una cumbia, comer un caribañola en la calle, etc…cada pequeño detalle se convertía en un evento único e indescriptible; eran todo un momento de celebración y descubrimiento; con tantas emociones y alegrías en ese período aún sigo convencido que mis primeras semanas en Barranquilla han sido las mejores vacaciones de mi vida.
Después de este período idílico y habiendo recuperado cada sensación perdida empieza la realidad, la realidad de reconstruir una nueva vida, porque uno de los mayores engaños que se puede sufrir es pensar que el tiempo se ha detenido mientras uno estuvo fuera y que las cosas seguirán siendo tal como uno las dejo. Entonces, desde encontrar un trabajo y reintegrarse a la vida social, empieza el verdadero proceso de adaptación al regreso; un período en el cual pasan por la mente de uno las antes impensables comparaciones entre un mundo y otro, tratando de responder sin poderlo hacer si era mejor estar aquí o allá, y a veces encontrando como única respuesta la frase “no hay nada mejor que casa”.
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Escuchando las historias de los que volvieron me di cuenta que aunque no planee volver por ahora hay mucho por hacer, mucho por apropiarse y mucho por recordar. Es una buena etapa de la vida y por eso hay que seguir trabajando para no tener que escribir mi crónica de la vuelta a casa todavía .
Gracias a Liliane, Paul, Marianne, Cata, Clarisse y David por escribir esta sencilla serie de experiencias.
Eso, eso. Vuelvan a sus países.
Que hacen acá robandonos trabajo y jodiéndonos la existencia.
Fuera, fuera.
Anonimo quien seas, aprende a respetar.
Nadie le quita nada a nadie. No serán complejos tuyos.
Alejandro, ni puto caso a estos imbeciles que vienen a sembrar discordia.
El sábado hemos quedado el grupo entero, ¿te apuntas? hace rato no se te ve la cara por la UAB
” Todo emigrante sabe que en el fondo de su corazón de corazones que es imposible volver. Aun cuando físicamente pueda regresar, no regresa verdaderamente porque es él mismo quien ha cambiado radicalmente al emigrar” dice John Berger en su libro Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
Antisudacas… concuerdo con joan ,siempre he dicho que nadie le roba nada a nadie, no será que no tienes las suficientes capacidades de trabajo que casualmente puede que tenga un “sudaca” mala suerte para ti…
Joan.. gracias por el apoyo…ni puto caso. tengo pendiente una llamada.
MP… me llegó esa frase, más en este momento de cambios…. si, nunca nada será igual.