– Si eres negro y africano te miran siempre de lado y los trabajos que te ofrecen son trabajos de mierda, trabajos a los que no todos por ser de africa estamos acostumbrados. Yo he intentado de mil maneras trabajar en mi arte y ha sido imposible.
Las manos gastadas, algunas canas prematuras y el cansancio en sus ojos marcan a primera vista lo duro que ha sido el proceso migratorio para Kaluk.
Lo conocí de una manera extraña, básicamente fue un “Mi oído en tu ventana” pero al revés, esta vez al que oyeron fue a mi.
Iba en el tren hablando por el móvil, ultimando detalles de la organización de la comparsa del Carnaval de Barranquilla en Barcelona y comente con mi interlocutor que mientras el cupo de mujeres ya estaba lleno todavía hacían falta más hombres que quisieran bailar el Garabato.
– Yo se bailar y muy bien, hice danza clásica y danza moderna y bailaba en un grupo de ballet- me interrumpió bruscamente el -en ese momento- desconocido Kaluk
-¿Ehhh??? – tal intromisión en mi conversación, dura y directa, me descolocó.
Me pidió disculpas por escuchar mi conversación a la vez que reafirmaba sus dotes para la danza, creyendo -supongo- haber encontrado a ese agente que le devolvería a las tablas, que le devolvería la ilusión con la que muchas noches había soñado.
Asumo que, una vez más, derrumbo sus sueños cuando le expliqué que yo no representaba a ninguna compañía de danza ni nada por el estilo sino una simple Asociación Cultural totalmente voluntaria y en la que quienes bailan lo hacen por amor a sus raices.
Su cara se apagó, la alegría o expectativa de minutos antes se esfumó rápidamente. Se disculpó nuevamente y se volvió a encerrar en su pequeño mundo.
El tren siguió andando, todavía me quedaban unas cuantas estaciones para mi destino, es en esos momentos muertos en donde surge ese espíritu preguntón e interesado en conocer mil historias de vida que vengo cultivando hace un tiempo. En una única frase le preguntó varias cosas.
Como un resorte brinca, parecía que hubiera estado esperando mis preguntas; a decir verdad pregunto porque eso todavía no paga impuestos pero dado el caracter reservado -un cliché más- de los africanos no esperaba más que escuetas y poco comprometedoras respuestas. No, Kaluk de escueto tenía poco, su locuacidad competía con la del más hablador de los habladores.
Viene de Guinea Ecuatorial, país africano de donde salió -como casi todos los inmigrantes- con miras a un futuro mejor, no dejo ni esposa ni hijos pero si a su madre y a seis hermanos. Llegó a España hace seis años, pero antes estuvo dos en Inglaterra, país al que no quiere volver nunca porque “acá me podré quejar del trato, pero al menos puedo llegar algún día a ser alguien, pero allá ni existía, no quiero eso para mi vida de nuevo”. Después de 5 años trabajando en “lo que saliera” -denominación que incluye trabajar como camarero, peón, limpiador,albañil y hasta portero de discoteca- hace un año logró conseguir el anhelado permiso de trabajo.
Aunque fuera bailando y en montajes teatrales, en su lejana Guinea siempre había trabajado muy duro, por lo que aunque tuviera que cambiar el registro no le fue dificil adaptarse al estresante diario vivir; eso si, con dos trabajos y poco tiempo para descansar trata de
dedicar tiempo a sus amigos de Guinea y de todas partes pues dice que si hay algo que le
gusta de Barcelona es el poder compartir con gente proveniente de diversas culturas eso si “con los catalanes no tanto, tendré uno o dos amigos y ya está pero es que son muy cerrados”.
– Propera estació Fontana – dicen los altavoces del Metro.
Se aproxima mi parada y quisiera seguir preguntándole mil cosas, plasmar sus vivencias, plasmar su duro camino como un recordatorio mas que por mucho que nos quejemos por nuestras duras etapas siempre hay alguien que le han tocado más piedras en la vía.
Se me ocurre. Plasmemos su historia en 25 frames por segundo, la historia que no se cuenta se pierde.
– Dame tu email y asi te escribo a ver si hacemos un documental sobre tu experiencia como inmigrante – le dije con afan pues el tren ya entraba a la estación.
–¿ mi que?– me contesta con cara de extrañeza
– tu correo electrónico– le digo yo más extrañádo aun
– no se que es eso- reconoce con algo de pena.
El tren para, me tengo que bajar, ya voy tarde a mi cita, le pido el teléfono mientras me bajo corriendo, se cierran las puertas y me faltan dos digitos…
Otra historia de vida que sólo se quedara en la cabeza del que la vivió.
Offside
Quisiera poder tomar un jet, comprar un pastel con 48 velas, plantarme en Bello Horizonte y cantar con mi horrible voz el cumpleaños feliz más sentido y añorado del mundo, pero no puedo, entonces no me queda más que decirte por esta vía cuanto te quiero. Feliz cumpleaños Mamá.