Cuando ella iba a a nacer decidimos que si era niño el nombre lo pondría yo y si era niña lo pondría mi esposa.
Cuando supimos que sería una niña, mi esposa sin pensarlo mucho decidió que se llamaría Martina. Carajo, me cayó como un balde de agua fría, no me gustaba ese nombre, lo repetía una y otra vez y seguía sin gustarme. Hasta que un día encontré esa palabra a la que me sonaba su nombre, ese día cambió todo.
Como no puedo caminar por la vida sin dejar de preguntarme cosas, de vez en cuando aparecen en mi cabeza dudas: ¿de dónde surgen las relaciones? ¿dónde decidimos que ha aparecido una conexión?, ¿cuándo definimos que una persona hace parte de nosotros?.
No hablo de lazos de sangre, ni apellidos, ni nada por el estilo, no hablo de conexiones aprendidas u obligadas, hablo de una niña que ve TV sentada con total comodidad sobre mi barriga, una niña que baila y sonríe y que de vez en cuando se voltea y me dice, feliz, “Papi, mira a Peppa; Ale, mira guauguau, papi mira a Mickey…”
canonically Caray, como me gusta que me diga Ale…
Cada vez que estoy jugando con Martina me preguntó eso y mucho más, ¿de dónde surge el amor filial y cómo se desarrolla de manera orgánica? ¿cómo se logran establecer y afianzar lazos que duren toda una vida? ¿cómo se logra establecer un nexo en el que las almas de padre e hija tengan una conexión tan fuerte como el paso del tiempo?
Cuando se prende la maquina de preguntas, no para… ¿Cómo hacerle entender a ella que su vida es lo mas importante para mi?, que sus sueños son de ella, “de Matina“, pero que también son míos, que cada una de sus sonrisas y descubrimientos son míos, que dos días sin verla es encontrarla más grande, mas activa, mas viva…
No tengo respuestas a ninguna de esas muchas preguntas y en realidad me gusta no tenerlas, no quiero ser un padre modelo, ni repetir uno u otro esquema, simplemente quiero ir recorriendo el camino de su mano, un camino que me enseña cada día una cosa nueva…
Y es que entre las mil dudas que tengo, la principal, la más difícil de responderme es que no sé si alguna vez logre hacerle entender a ella cómo su cercanía, su llegada, su camino, su todo, me hizo cambiar por completo el sentido a la palabra “Imagina”…
Porque Martina, Martina siempre me suena a Imagina…