Yo quiero ser pobre
El comedor universitario está como todos los días lleno de gente, en las mesas algunos comen, otros juegan a las cartas, muchos fuman y toman un cafe o una cerveza, otros hablan despreocupados y en general el ambiente es de total distensión.
A ella la he visto un par de veces aquí, siempre va con la mirada un poco perdida y siempre va dando vueltas por todo el comedor. Su rostro, para su pesar, demuestra lucha y demuestra alegría. Cuento 5 piercings en diversas partes de su rostro. Una falda de jean y abajo unas mallas negras junto con una camisa multicolor demasiado grande para ser suya conforman su indumentaria.
Al final del comedor las bandejas con restos de comida se apilan en el carro donde las recogen los empleados, en ella cadaveres de comida esperan ser llevados a su destino final. Ella se acerca, una vez más, hurga en una bandeja y saca medio pan, busca en otra y encuentra medio
plato de pasta, en otra alcanza a ver que a alguien no le gustó el sabor del cerdo y hace suyo el plato entero. Se dirige al microondas y calienta los desperdicios.
Callado en mi esquina no puedo evitar, como las otras veces que la he visto, observarla una y otra vez con clara extrañeza por su comportamiento. Diversas sensaciones pasan por mi cabeza. Primero me da lástima por ella, después no puedo evitar cierto asco y por último trato de pensar en otra cosa. Pero no puedo dejar de mirarla. Mientras, ella calienta su comida y tararea una canción, saca su plato y busca donde sentarse. El comedor está lleno, pero justo en mi mesa hay un espacio. Viene hacia el, se sienta y empieza a degustar su recién adquirido almuerzo.
Aunque intento concentrarme en mi comida no puedo, constantemente la miro de reojo con expectación y hasta de pronto con admiración. Se nota que es una luchadora, sobrevive a como de lugar en el día a día. Después de un rato llega el momento en que explota –que tanto me miras tio- me dice. Su inesperada respuesta me deja descolocado. Algo nervioso reacciono –nada, me llama la atención, no se, verte comer de las bandejas, no por nada– enseguida me arrepiento de haber respondido, he debido quedarme callado y seguir rumiando mi almuerzo. Ella se rie – pero si es de lo más normal–, mi cara le dice a gritos que no, que para mi no es normal, no por nada malo sino que pese a no ser de familia de dinero nunca me ha faltado un bocado para comer ni me ha tocado mendigar ni coger comida de un plato de otro. Me arrepiento de mis pensamientos, ese no soy yo.
Ella me mira, creo que le da risa que a mi me llame la atención su manera de sobrevivir, me pregunta de donde soy. –soy colombiano– le digo. Me suelta una risotada –tu que vienes del tercer mundo me sales con eso, pero si allá seguro comen más mierda– me dice entre ofendida y risueña. Ahí el ofendido fuí yo –cada quien ve las cosas desde su óptica– le contesto. Se ha roto el hielo.
Después de eso empezamos a hablar: estudia filosofía, no vive con sus padres desde siempre, su espiritu aventurero y poco estable hace que no tenga un trabajo fijo hace mucho tiempo, estudia con una beca y al parecer le va bastante bien en la universidad, hablamos de arte, hablamos de la vida, hablamos de todo tipo de temas, me dice que es feliz, que no se complica la vida, que como Melendi va “caminando por la vida con pausa pero sin prisa”, que cada día mira al cielo y se considera afortunada, que lee 5 libros por semana y que tiene muchos amigos que la acompañan en su estilo de vida. Me pregunto y le pregunto si tanta alegría no será una mascara para ocultar sus problemas –Cuales problemas, tio pero si yo no tengo de eso – me dice muy convencida.
Miro mi plato de comida comprado con el dinero que me dan múltiples horas de trabajo y pienso que en momentos quisiera ser pobre pero pobre como ella, que es pobre de bienes pero rica de espiritu y sobre todo de actitud.
Dejo el comedor, mi rutina debe seguir.
Offside
Y pensar que hay quienes viven soñando con el bendito sueño europeo. En serio la pobreza y la riqueza es sólo una cuestion de actitud.