Dulce cotidianidad

Maryluz, Petrona o Maria, su nombre puede ser cualquiera de esos, no se cual, quien sabe, de pronto se llama Marcela, Laura o Susana o algún nombre con más pedigree. Lleva un arrume de periódicos, lo pasea sobre su cabeza y grita fuerte, con energía “el heraldo, el heraldo” se mueve con cadencia y los periódicos se mantienen en su cabeza sin perder el equilibrio, al parecer ella estaba predestinada para gritar “alegría, cocada, caballito” pero la única alegría que ha vivido es tener un trabajo que le permite dar de comer a los 3 hijos y al marido buenavida que la esperan con hambre en casa.

Los muñecos son feos, “el” tiene camiseta del Junior de Barranquilla, tan oportuna hoy, “ella” camiseta sin marcas, pelo morado y falda que muestra todos sus encantos. El que los maneja los mueve con destreza, tira de cada madera con precisión y hace que uno y otro bailen al ritmo que el les toca. Bailan una puya, un merengue y un joropo, bailan reggeton, vallenato y salsa, bailan como enamorados inocentes y como amantes desenfrenados. Son marionetas, la vida se las da un bacán, gafas negras, colita de caballo y labia prodigiosa. ¿porqué no darle una moneda?.

El día sigue, ella se monta al bus como la reina, una reina sin tesoros ni tierras, su bolso, el teléfono que lleva en la mano, su estudiado maquillaje, sus tetas operadas, su todo marca presencia. Todos la miran, ella quiere que la miren. Camina hasta el fondo del bus y se sienta mostrando pierna, planeando cada movimiento, cada pierna pidiendo permiso a la otra. Que habrá en su cabeza, qué pensará del tipo que el viernes le agarrará todo por unas vueltas en un carro último modelo y unos cuantos billetes de veinte mil pesos.

La noche cae, el recoge cartones, su organización es extrema, el carro de balineras en que los traslada se percibe más pesado que sus propios pesares, lo empuja con paciencia, nadie lo espera, se tropieza con un hueco y se sale la “rueda”, mira al cielo, yo, en la otra acera, espero que suelte una maldición, un par de asteriscos, signos de interrogación, varias letras del abecedario repetidas y demás maricadas que usa uno cuando quiere decir otra cosa políticamente poco correcta, como si el supiera lo que es eso; pero no, simplemente suspira, parece sonreír… Es cierto, cuando el pobre lava llueve.

La cotidianidad sabe a perfume barato y a mierda fina, a pequeñas alegrías y grandes tristezas, a lucha y tranquilidad, a lejos y cerca, a dulce simplicidad y salada complicación.

Sigo caminando y me sigue sonando en la cabeza…

Si te preguntan como se sube decile que muchos se han perdido para ir al cielo creo que no hay camino, nosotros dos iremos en una nube…

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