Acabo de colgar el teléfono. Del otro lado de la línea doña Silvia: mi mamá -me mata como vea que le dije doña- se extraña que la llame hoy, es sábado, todavía no es día de las madres en Colombia, le digo que igual la llamaré mañana pero que me provocó llamarla hoy. Me dice que esté tranquilo que ellos la pasarán bien, que todo sigue para adelante. Hablamos un rato de temas variados. Como siempre voy de fuerte y trato de colgar con la alegría de siempre, con un chiste, con una frase alegre, con una sonrisa. No lo logro, casi lo hago, pero al final se me rompe la voz y se me salen dos lagrimas. ¿Qué pasa? se han creído el cuento que los hombres no lloran. Muy mal, yo al menos de vez en cuando si lo hago. ¿Qué te pasa hijo?, pregunta la voz del otro lado. Nombe nada mami tranquila, respondo yo por no dejar.
El otro día veía un documental sobre Colombia y en el Efraim Medina Reyes hablando de mil cosas hablaba del amor intenso, del fuerte lazo y sentimiento que hay en Colombia hacia la madre, el ejemplo que ponía no era nada afortunado (cómo Pablo Escobar fue encontrado por llamar a su madre el día de su cumpleaños) pero el sentimiento del que hablaba si lo era.
No soy la persona más apegada de este mundo, es más, hasta pasados dos años de este lado del charco no empecé a extrañar a mi gente, pero claro los sentimientos llegan cuando deben llegar y punto. Claro hay épocas de épocas, navidad, año nuevo, cumpleaños y día de la madre son días “peligrosos” para la nostalgia. Y aquí estoy, improvisando palabras para quien más quiero.
Lo más curioso es que el día de la madre es un día en que solemos sacar a flote nuestras mejores galas, que se la va a hacer si así funciona. Es que me toca esmerarme porque mis dos figuras maternas no tienen comparación.
Por un lado esta chivi, Silvia, mi mama, somos tan distintos y tan iguales a la vez. Me ha dado siempre los mejores consejos, aun en contra de su voluntad siempre me ha dejado ir por libre, nunca presionó e incluso se aguantó toda mi indisciplina y mis pendejadas en viejos tiempos. Calmada, tranquila, aplicada, poco materialista, positiva y espiritual. Mujer calmada hasta que le tocan sus tesoros y con el mejor genio que he conocido en la vida. Su formación de psicóloga se nota en su trato cordial, generoso y cercano. Apoyo en esta vida y en la otra y la mejor crítica de todos mis proyectos. Mujer de alas grandes y sueños mayores.
En la otra esquina esta Doña Ayda, Ayda Mariela, mi abuela. Mujer de carácter, temple extraordinario, crucigramista de vieja data, compradora de peleas propias y ajenas pero sobre todo mujer defensora de lo suyo. Comerciante nata, me inició en el mundo de los negocios con aquellas pirámides que Chivi no nos dejo explotar. Quiere a mi abuelo como la que más aunque lo oculte en frío desdén y me adora a mi como un hijo más lo cual yo agradezco una y otra vez. Al menor amago de pelea le doy un abrazo y se rinde ante mi, contra eso no puede hacer nada. Sus frases carácteristicas… “niñoooo bajale a esa bulla” o “mabellll” me remiten a buenas etapas de mi vida.
Si, me meto a mi rancho yo solo, no son cosas que debería compartir al resto del mundo y que deberían ser más personales, pero después de tanto tiempo por fuera no hay mejor manera de rendirles recuerdo y homenaje que este.
Las quiero y las adoro y no me averguenzo ni poco de ello. Me han dado todo lo que soy y lo que tengo y por eso siempre estarán en mi corazón y aunque pase tiempo y distancia seguiré recordandolas como aquellas mujeres que forjaron el hombre que soy en la actualidad.
De resto no me queda sino desearle un feliz día de la madre a todas las madres de Colombia.
Offside
Los mensajes tiene poder propio.