Hace poco cumplí 4 años viviendo en España y como para variar en este tipo de fechas estuve haciendo un análisis de lo que se ha hecho, lo que no, lo que viene, lo que falta, lo que sobra y demás pendejadas que se le da a uno por pensar en este tipo de aniversarios.
Pensé en lo difícil que puede ser volver a mi país en este momento cuando ya no se ni de donde soy, si de la tierra del vallenato, el divino niño y las arepa e`huevo o del de las sevillanas, las sardanas y los toreros o peor de ninguno de los dos.
Pensar sobre un posible retorno a mi país, sobre lo que me podría encontrar o cómo sería volver después de tanto tiempo fuera viviendo otra realidad es en estos momentos una utopía pues por ahora sigo plantado por acá, cada vez con más proyectos, cada vez más integrado pero aun así surgió la necesidad de preguntarme ¿y si regreso qué?
Se me ocurrió entonces darle la palabra a unos cuantos amigos que han vivido de este lado del charco y ya han vuelto a sus países de origen, ya saben lo que es vivir de nuevo allá y ya saben lo que es aprender o reaprender ciertas actitudes, comportamientos o modos de ver la vida.
La idea es plasmar en un par de post (economía del espacio) sus nuevas experiencias y como cambió su manera de ver la vida estando acá y ahora volviendo a estar allá.
Entonces que hablen los invitados.
Liliane Dutra Brignol, Brasil, periodista.
No es una tarea fácil hablar de la experiencia de ir y venir. Sobretodo porque, como dicen los estudiosos de las diásporas, estamos todos de algún modo lejos de casa. Pienso que, unos más, otros menos, vivimos en transito. Pero quien aventura la experiencia de hacer las maletas y cruzar fronteras (no solo de países, sino también de culturas y modos de vida) es impactado para siempre por un sentido de desplazamiento que, creo, nos acompaña donde quiera que estemos.
Ya se me olvida el castellano que tanto me ha costado aprender. Fue sólo un año en España y ya sabía exactamente cuando tendría de volver. No sabía que me costaría tanto. Siento una “saudade” de Barcelona – y aquí sólo puedo usar la palabra portuguesa para decir cuando algo o alguien nos echa de menos. Es una leve sensación de vacío por lo tanto que he vivido en sus calles, plazas, barrios, por la gente que he conocido.
No tengo una conclusión muy clara sobre que significa volver. En los primeros días, seguramente, es fiesta: comer churrasco, tomar mate, estar con la familia, con los que amo. Luego se empieza a mirar la ciudad, la gente y sus costumbres con cierta extrañeza impensable si no fuera por la distancia. Después viene la nostalgia y un intento ingenuo de comparación entre lo que dejamos afuera y lo que tenemos acá. Pero la experiencia no está hecha solamente de añoranza. Queda la sensación, no muy tranquila, de que pertenecemos a muchos sitios al mismo tiempo. Que volver y partir hacen parte del mismo movimiento.
Paul Brito, Barranquilla, Escritor
El hábito de la desintegración
Acuciados por la nostalgia, muchos emigrantes latinoamericanos terminan volviendo a su tierra. El regreso al lugar donde crecieron, donde se enamoraron por primera vez, donde sus abuelos todavía viven en cuerpo o memoria, es una experiencia emocional. Pero, sobre todo, una experiencia intelectual. ¿Quién podrá abstenerse de sacar diferencias, de sopesar lo que volverá a encontrar frente a todo lo nuevo que ya ha vivido?
Si un día muchos encontraron defectos y carencias en la ciudad o país que los recibió, en sus personas y costumbres; si muchos se quejaron por la ausencia de algún valor que abundaba en su sociedad natal, ahora seguramente vivirán la experiencia contraria: armados de una nueva visión del mundo, de una serie de valores o virtudes recogidos casi inadvertidamente en su nuevo hogar, criticarán y rechazarán los prejuicios locales y las anomalías y tramoyas autóctonas en las que una vez estuvieron sumidos sin darse cuenta.
Esa lucidez, fruto de una eterna condición de desterrados, los lanzará para siempre a desmontar las sociedades a las que lleguen y a desmontar también sus propios referentes y su propia identidad. Se puede decir que, desde el momento en que uno abandona su país, adopta el hábito de la desintegración que para muchos es afortunadamente la mejor forma de deshacerse de nacionalismos peligrosos, defectos históricos y cicatrices colectivas, y alcanzar su propia identidad como seres humanos.
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Y tu ¿has vivido fuera y ahora vives de nuevo en Col. ? ¿cómo ha sido el cambio? o ¿vives fuera y te has preguntado como sería volver a vivir allá?