Me lo he dicho mil y una vez, me lo ha dicho mi mamá, mi abuela, mi abuelo, mi bisabuela y hasta Josie, el perro de la casa. Esta es una navidad rara.
Es una navidad rara por muchas cosas, pero ojo, rara no significa que sea mala, rara quiere decir curiosa, llamativa, distinta, innovadora, feliz…
Es, sin ninguna duda, una navidad feliz, feliz por poder –después de 5 años fuera del país- pasarla nuevamente con la familia y los amigos, por poder rescatar mis tradiciones, por poder jugarla de local, por tantas cosas que no se pueden describir en letras de molde…
Aun así no dejo de sentirme raro, raro en mi casa donde no vivía desde hace mucho tiempo, raro con los amigos que ya están en su propio cuento, raro con las calles que -afortunadamente- ya no son las calles que yo conocía, raro por estar de nuevo en La Samaria, una samaria que aunque ya no está a 12 mil Km. de distancia, sigue estando a 100 Km. de distancia geográfica pero muchos, muchos más de distancia mental.
Es tan rara esta navidad en Santa Marta para mí que hasta llueve un 22 de diciembre.
Las últimas 5 navidades por fuera del país eran fechas de poca tolerancia para los recuerdos, una época en la que estos estaban siempre a flor de piel; hoy después de casi un año de vuelta a Colombia por fin podré pasar algo de tiempo de corrido en Santa Marta y de paso celebrar las fiestas navideñas.
Durante todo este año de vuelta a Colombia y trabajando en Barranquilla, son pocas las ocasiones que he venido a Santa Marta por más de 2 o 3 días, esto no ha permitido que pueda recorrer y reapropiarme de todos sus espacios como he querido.
Hace unos días salí de vacaciones y estoy nuevamente en Santa Marta, ahora sí con calma, con pausa, sin afanes, recorriendo sus espacios, sus lugares y sus no lugares, su espacio cotidiano, su día a día y las percepciones son muy variadas.
No deja de asombrarme encontrar las nuevas y excelentes obras del centro histórico, la multitud de decoraciones navideñas, las nuevas zonas de diversión, un ambiente cultural cada vez más potenciado y el espíritu turístico cada vez más internacional que se respira en la ciudad en general. Hasta encontrarme un espacio vacío donde antes había un enorme puente es motivo de extrañeza para mi.
Cosas buenas, cosas malas, cosas iguales, cosas cambiadas, evolución natural del espacio, una evolución importante y necesaria para la ciudad.
Tantos cambios para el bien de la ciudad que me han permitido ver mi ciudad soñada como una ciudad real.
Hace un año la lógica no me hubiera dicho que hoy estaría compartiendo con mi familia.
Por eso dicen que cuanto más estudias la lógica más valoras la casualidad.
Ya prendí velitas el 7 de diciembre, ya canté las cuatro fiestas, ya me comí un par de pasteles de carne y cerdo, planifiqué la cena del 24 y del 31, compré unas cuantas cervezas y hasta tengo listas las pintas para estrenar. Mejor dicho, estoy viviendo diciembre al pleno.
Hay nostalgia, es inevitable, seguro este año recordaré a la inversa y pensaré en esas extrañas y melancólicas navidades en Barcelona, en mi gente, en tantas cosas, pero todo lo bueno que me ofrece la samaria lo disfrutaré hasta el cansancio.
Definitivamente, no es cierto que haya una única realidad sino que hay varias realidades que mutan de una a otra dependiendo de quien la observa. Este diciembre tengo varias realidades, cual de todas más bacana, cual de todas más feliz…
Acabaré 2009 contento de pasar una nueva navidad en La Samaria. Iniciaré 2010 sabiendo que, como cierto presidente, por acá estoy y por acá me quedo.
A todos los lectores de este humilde blog que leen mis historias, antes desde el otro lado del charco, ahora de este lado, les deseo una Feliz Navidad y un 2010 lleno de felicidad y alegría.